Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros.
Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada de
por las gotas del rocío
y la alameda dorada
hace la curva del río.
Tras los montes de violeta
quemado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos,
caminando un cazador.
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